Vamos de rebajas


Después de los rituales navideños, una vez que la vida vuelve a discurrir entre la rutina del trabajo, de las obligaciones y de los deseos no satisfechos, quizá puedas encontrar un entretenimiento creativo en ir de rebajas. Las chicas de Sexo en Nueva York lo sabían y por eso aprovechaban las compras para efectuar ese sano ejercicio del intercambio de opiniones entre mujeres. Cada vez más, las mujeres comparten entre sí lo que de verdad importa, quizá porque nos hemos dado cuenta de que nos entendemos mejor entre nosotras mismas. Y porque supone menos esfuerzo que tratar a convencer a un insumiso. 

Las rebajas tienen tantos partidarios como detractores. Hay quien las considera un paraíso de frivolidad, hecho para gente que compra compulsivamente y sin criterio. Hay quien dice que es cosa de aburridas. Otros opinan que la sociedad de consumo capitalista nos empuja a consumir sin hacernos falta. Y tenemos otras opiniones que afirman que las rebajas y todo lo que llevan consigo es una manera de compensar la soledad y las carencias que tenemos. Puestos a que todo el mundo tenga algo de razón podíamos añadir ¿y qué más da? 


No podemos ser trascendentes las veinticuatro horas del día. No podemos dejarnos llevar por nuestras apetencias intelectuales y ser ratones de biblioteca todo el tiempo. No podemos gastar nuestro presupuesto únicamente en libros y en compras culturales. Porque hay algunas cosas sagradas que no se pueden dejar de lado. El disfrute de sentirte bien contigo misma, el de reírte con las amigas por esos zapatos extraños que has adquirido. Ese momento en el que estrenas algo y dices, pues sí, pues parece que esto me queda bien. Y muchos más detalles que surgen de este ejercicio tan entretenido y vital para la buena salud mental de todas. 


Las asociaciones de consumidores ya nos están advirtiendo de que no hay que gastar de más, de que hay que mirar las etiquetas, de que nos pueden engañar. Y eso ya lo sabemos. Pero todavía queda mucho cosquilleo en la mayoría de nosotras en eso de rebuscar a ver si hallamos la ganga del siglo. Incluso hacerlo desde tu propio ordenador, dando vueltas virtuales por las tiendas on line, tiene su morbo y su encanto. Es verdad que muchas veces esas compras no sirven para hacernos olvidar lo malo pero si es motivo de conversación y de una tarde de risas, algo es algo. ¿No crees?. 

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