Restos de cósmica ternura


Enamorarse es un gesto de cósmica ternura que a veces nos arrasa, nos abraza y abre el cerco de mudas mariposas amarillas que así revolotean buscando el centro del amor, el ansia, la nube que lo envuelve, el imposible, la causa del latido, la impronta, el sonido del viento, la palabra, el beso, todo el beso, el aura, la voz casi perdida, tú, las cosas...

No tengo que inventarme las razones porque están colocadas desde siempre en las estelas del viejo Partenón o en los hospicios de la emoción prohibida o en el tiempo que gastas en viajar o en la búsqueda muda de los lazos. Esto es un semanario de noticias que se abre con un dulce buenos días y se cierra con el grito como somos y se termina nunca, nunca es tarde...

Eso tienen las tardes que resuelven vivir en el estómago instaladas como si fueran aves que retozan, como si fueran láminas de acero, como si fueran olas que vulneran el feroz equipaje de los ojos, la trama incandescente de la noche, el fuego abrasador de los sentidos, tu boca, siempre todo, lo que vistes, las manos, el ayer, mañana, siempre. 

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